TOP

Tarde de calor extravagante

Yo no quería irme, él no quería volver.

Nos unían cosas simples, pero sumamente importantes, ¿Qué pasaría si los iones negativos y los positivos no se atrajesen? Si no pudiesen hacerlo, si se lo impidiesen, no se puede destruir a lo natural a lo inevitable.
Lo hemos hecho mal, somos conscientes de ello, pero ya no podemos remediarlo.

Tumbados los dos sobre el precipicio contemplando como las olas ponen a prueba la paciencia de las rocas raídas. La desnudez de la playa la convierte en un espacio blanco conmovedor. El sol intentó salir desdeñoso desde lo alto del horizonte. Y nosotros aquí, uno junto al otro cerca de las nubes. Tentados a lanzarnos sobre esa colcha de espuma que se hace y se deshace esperando un alojamiento sobrecogedor y definitivo. Detrás nuestra se encontraba el terror que habíamos sembrado, sí, somos enfermos, no había cura para alejarnos, pero jamás podía ocurrir semejante cosa.


El fuego que se cernía en el bosque a nuestras espaldas era devastador, pero mientras eso ocurría su cabeza se encontraba junto a la mía, juntos consumiendo nuestros últimos momentos de existencia, soñé por última vez.

Soñé que sus brazos eran de acero y podían protegerme, pero eran finas alambradas en lo alto de un muro. Soñé que mi corazón era inmune a la heroína de sus besos, pero seguía enganchada, mendigando por la esencia de sus labios. Soñé que de verdad había otra vida, pero no había vida sin él.
Parecía que no quedaba más que decir, nada que hacer. Agotadas las palabras ambos nos enfrentábamos al silencio.

Él me miraba, yo le miraba a él, parecía que cada uno volase a su galaxia, que nuestro amor se consumiese en polvo de estrellas. No podía dejar de mirarle y pensar que él fue mi pluma y las palabras rotas de la soledad abisma de blanco hasta llenarlo de poética emoción.

Ya nos quedaba poco, el veneno que corría por nuestras venas no nos dejaba mucho tiempo más.
Nuestra vida había sido un buque a la deriva, el anuncio de un naufragio, pero nos daba igual; empezamos algo juntos y terminaríamos juntos tal y como nos prometimos al oído.
¿Cómo sonarían nuestras almas ahora? Quién sabe… Sin aliento, débiles, con nuestros días teñidos de gris, pero sólo así seríamos felices para siempre. Ese fue el motivo de sembrar el caos, en aquel bosque, así de abatidas quedarían nuestras vidas sin nuestros caminos dejasen de ser paralelos, fue un símbolo, una venganza, habló la ira, la desesperación, no permitir llevar una vida arrollada y plagada de infelicidad.

Dados de la mano y compartiendo nuestras últimas fuerzas nos pusimos de pie, y vi su esbelta figura vestida de negro, sus ojos eran mi espejo favorito donde me miraba y siempre me veía bella, en su pelo se reflejaba el sol y brillaban todos los colores.

Él era mis noches de insomnio y mis desvaríos.

Una vez en pie, nos dedicamos nuestra última mirada y se me iba la vida contando minutos de silencio, se me iba la vida contando lágrimas de felicidad, pero nunca se me fue la vida sin contar con él.
Un paso agonizante escribiría nuestra historia de dos locos, de dos enamorados, de él y ella.
Y con una piedra del destino atada en nuestros tobillos nos lanzamos de aquel precipicio testigo de mis ultimas reflexiones.

Cuando el agua ya era parte de nuestro final y el veneno nos invadía por dentro, todo se fundió en un último beso.

Sobre el mar flotaban nuestros testimonios: porqué habíamos hecho semejante locura, porqué habíamos decidido este final, todo se lo llevaba el mar y todo eso llegaría a parar en algún sitio lejos de aquí, entonces sabrían nuestra historia y viviríamos en la memoria de la gente, por siempre.

El deseo de amarle siempre sobrepasaba la materia,¡ que se deshagan los días si quieren! Yo elegí mi destino, y el mismo me ha conducido hasta a estar con él de por vida.

Oculto en mis entrañas se cierra el libro de nuestras vidas, un hervidero de emociones…
Nuestro amor rompía todas las cadenas que nos ataban a este mundo.

0 comentarios:

Publicar un comentario