- Esta bien, esta bien, os lo contaré todo, si me prometéis prestar
atención.
-Claro abuela- dice el mayor de todos.
-Nunca hicimos nada importante en la sociedad, no hicimos nada relevante
en nuestros tiempos, solamente nos dedicábamos a jugar con los sueños y a
bailar con la risas que fluían entre las calles de la Alemania de 1912.
Antes de comenzar, quiero deciros algo niños, quizá ahora no os resulte
importante ni comprensible, pero saber que el destino juega un papel importante
en la vida de cualquier persona, para que lo comprendáis, él solo juega con los
hilos de la vida y nos usa de marionetas, hay ocasiones que maldices su
particular pasatiempo y otras veces das las gracias por disfrutar del placer
que te ha concedido.
Y ahora, proseguiré, recordaré el año 1912 fugaz, lleno de alegría y
atardeceres rosados.
Por entonces lucía mis 20 años, con candidez y belleza.
Mi rostro era inmaculado, mi tez era tan delicada que nada tenia que
envidiarle a la de señoritas de clase alta, mi cabello aun conservaba su color
natural, negro azabache, que al fijar el sol sus rayos en él enrojecía tímidamente.
-¿Y cómo era él, abuela?-dice el mas pequeño.
-Para contaros como era vuestro abuelo, tendré que contar lo que sentí
la primera vez que lo vi, pequeños.
El día 26 de febrero del 1912 el destino empezó la partida de dos vidas
que se entrelazarían para siempre.
Me encontraba en la sastrería con mi vestido rojo, estaba roto me
encontraba esperando a la costurera, cuando derepente efectuó su entrada.
Recuerdo como eran sus pasos, y la expresión de su rostro cuando se dirigió a
hablarme:
-Debería tener mas cuidado, ¿señorita…?
-Leyna, mi nombre es Leyna- titubeé
-Bonito nombre y muy alemán, porqué es que nunca la he visto por
aquí.-dijo mientras se aproximaba a mi.
-La ciudad es grande.- quise ser cortante, pero no obscena.
-Y peligrosa, para una señorita como usted- su sonrisa era cautivadora e
hipnotizante.
-La convierte en peligrosa caballeros como usted.
- O quizá el hecho de que señoritas, hablen con desconocidos como yo- su tono era pícaro.
-No me ha dado el gusto de conocer su nombre.
-Giovanni- dijo mientras hacia una burlona reverencia.
-¿Es usted italiano?- su acento no se correspondía con su nombre, pero
si su belleza; tenía un porte sofisticado y esbelto, en su cuerpo parecía
esconder la llave mágica de la bella sencillez.
Sus cabellos eran rubios donde se reflejaban todos los colores y de ojos
esmeraldas, era un Narciso que escapó de su condena para enamorarse de alguien
de verdad.
-Padre alemán, madre italiana.- contestó- Leyna, ¿le puedo tutear? ¡No!
¡No! ¡Pero que estoy diciendo!- hablaba solo como si su subconsciente se
hubiese puesto en guerra con la razón.- Olvídelo señorita, mis disculpas,
buenas tardes- prácticamente huyó,
dejando una chaqueta deshilachada en la sastrería, no supe que pudo pasarle.
Semanas después, aun pensaba en él, en porqué se marcho así, llegué a
pensar que incluso le molestase mi actitud o le ofendió algo de lo que dije
aquel día, hasta que un día el destino jugó a los dados.
-¡Giovanni!- grité, para que cesara el paso.
Directamente, me lanzo una sonrisa, lo cual me resultó tranquilizadora.
-¿Porqué te fuiste así? No te haces a la idea del tiempo que llevo
pensando en qué pudo pasar ese día para que te fueses así.- dije preocupada.
-Por eso lo hice.- mencionó firmemente, con una media sonrisa en los
labios.
-¿Cómo?- cuestioné confusa.
-Para que me recordases, para saber si me podrías hacer un hueco en tu
memoria.
* * *
Esas fueron sus palabras niños, así era él, tan imprevisible como la
misma vida, en aquellos instantes tuve ganas de propinarle un bofetón,
pero…solamente era capaz de sacar lo mejor de mí, y sonreí.
Desde aquel día no nos volvimos a separar nunca más.
Me enseñó a soñar, fue la primera persona que me regalo un momento, un
lugar, con él comprendí que la vida es un reflejo constante de nuestras almas.
Parecía volver a la niñez, sus travesuras me hacían reír hasta llorar, era el
temerario mas majadero con el corazón mas humano que conocí.
Nos enamoramos, nos llenamos de un amor natural, con ilusiones que se
correspondían con nuestros mañanas.
Me gustaría tener una memoria prodigiosa para acordarme de cada minuto
que vivimos… por fortuna solo soy capaz de almacenar lo bueno, me hubiese gustado haber pintado bonitos lienzos donde
poder ver el momento, y pensar en el tiempo que hace desde que pasó
aquello…todo fue como un puzzle, donde las piezas encajaban en su lugar, poco a
poco se iba haciendo mas extenso y mas precioso y conforme pasaban los días, se descubría su verdadera forma pero no se le veía
su fin.
Pasado un año juntos, en 1913, decidimos dejar la ciudad e irnos lejos,
muy lejos, a vivir en la profundidad de los bosques protegidos por fuertes
montañas y fríos vientos.
El tiempo pasaba y en medio de ninguna parte teníamos conversaciones que
siempre recordaré con lujo de detalles.
* * *
-Leyna, ¿Crees en mi?
-Quiero creer que creo en ti- dije sin apartar la vista de las
estrellas.
-No se si tengo una virtud o un defecto o si soy malogrado o
bienaventurado, pero hay una lucha interna en mi cabeza, no creo en mi mismo,
pero creo en lo que siento, ¿qué ocurre?
-Sientes el “éxtasis del mar” Giovanni.- La mayoría de las personas
mueren sin conocerlo y la otra mitad, muere sin comprenderlo. El éxtasis del
mar es el trocito de infinidad que tiene la gente en su interior, el éxtasis
del mar trata de que conozcas primero tu
vida, y luego la vida del exterior, es la clave para ser alguien eterno.
-2-
Sus silencios eran plácidos, le gustaba pensar las cosas con calma y
reflexionar sobre ellas, cada vez que lo hacia sus horizontes se extendían más
y más.
Adoraba los nuevos amaneceres
pintados de azul que se ceñían sobre el tejado húmedo de una noche mojada, y
mientras conciliaba el sueño me despertaban sus
cosquillas y me reía, y profundamente adormecida apretaba su mano con
fuerza, el cansancio me podía y entre sueños hablaba cosas extrañas y me
despertaba su risa, creo que no podía haber alguien más cómodo que yo cuando me
acurrucaba en su espalda, la naturaleza nos ofrecía sus múltiples canciones que
nos acunaban en su regazo…y al día siguiente...todo volvía a empezar.
Agitábamos con fuerza
nuestra bola de cristal para no ver la realidad que se acercaba a paso
acelerado.
Pero nadie puede evitar el
futuro, ni frenar a la muerte, debíamos dejar paso a la verdad y romper con
nuestro pequeño universo.
El año llegó, y con él, el
fin de ésta historia, 1914, estalló la Primera Guerra Mundial.
Pronto recibimos la peor
noticia, lo necesitaban en el frente, la implicación de la población civil
hecho a bajo todas nuestras ilusiones.
Ambos lloramos hasta que
nuestros ojos carecieron de expresión, nuestras manos se fundían en calor
humano, pero el azar habló.
¿Qué haría yo ahora? ¿Con
quién terminaría mi vida? ¿Quién daría sentido a mi vejez?
Detestaba esa guerra desde
que abría los ojos hasta que intentaba dormir, ese monstruo inmundo terminó con
todo lo que soy.
Se fue, el amor de mi vida,
se alejaba bosque adentro, toda la flora que dejó atrás se volvió mustia,
incluida yo.
El destino se cansó de jugar
con nosotros, les dio una oportunidad a otros, me sentía sola, muy sola, ya
jamás podría encandilarme con el brillo de sus ojos, nuestros preparativos, las
vidas por crear….todo eso, nos abandonó.
La naturaleza enmudeció,
bajo mis pies ahora había un desierto que amenazaba con engullirme en su
sequía.
Y así fue, la soledad y el
desamparo fueron mis guías por el viaje a la locura, y es que, debéis de
perdonar a esta pobre anciana a la que se le negó ser feliz, porque no tengo
nietos , son irreales, esta historia solo la conozco yo, mi vida no cambió
desde 1914, vivo anclada en el recuerdo.
Leo cada día esto, para
mantener vivo su recuerdo, porque estoy en deuda con la persona que me hizo
ver, que la vida es algo más que un trayecto a la muerte, y hasta que me vaya,
le recordaré, como a él le gustaba.
Oculto en mis entrañas se
cierra el libro de nuestras vidas, un hervidero de emociones…
Nuestro amor rompía todas las cadenas que nos ataban a este mundo, para unos éramos filósofos, para otros músicos y para todos locos.
Nuestro amor rompía todas las cadenas que nos ataban a este mundo, para unos éramos filósofos, para otros músicos y para todos locos.
Siempre me pesará en el alma
haber descubierto el verdadero “éxtasis del mar” sola, ya que no se basaba en
conocer tu vida, sino en prescindir de
ella, para regalársela a quien amas, eso nos convierte en seres infinitos.
-3-
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