"Me hundí en su noche y el placer...fue infinito" . Era demasiado tarde y la oscuridad le empujaba a derretirse en sus brazos candentes. Quisieron ser los únicos capaces de hacer magia con las sombras de sus manos en el techo de la habitación cómplice. Durmieron a la intemperie de sentimientos que flotaban sobre las sábanas y ella solo buscaba escuchar la música de sus pulsaciones.
No hubo escapatoria y el sol les sorprendió, se filtró la luz preciosa que contemplaron con los ojos entreabiertos, la habitación volvía a envolverles.
Dese ese día, ella sólo recuerda la intensidad con la que pensó: "Que no me suelte ahora, que no lo haga".
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